AJUSTE DE
CUENTAS
Querido amigo: escribo desde la cama, una tarde de cielo
incierto, ¿te suena?, ¿no? ¡Ah!, ¡disculpa!, olvidé que sólo lees a Murakami o
a Paul Auster, y de ahí para arriba. Pero, ¡tranquilo!, no voy a hablar de
literatura. Para eso ya tienes el club de lectura, al que, por cierto, casi
nunca vas y con el que casi nunca cumples. Si el libro elegido excede las
doscientas páginas… o a tu cuñada la han operado de un juanete o tienes un
invitado y debes hacer de anfitrión. Antes de nada, ¿te interrumpo?, ¿no?,
tienes que perdonar, pero entre El Intermedio, Objetivo Igualdad y El
Hormiguero y toda esa tele que dices que no ves, no sé qué hora es buena
para llamarte. ¡Qué bien que sólo estuvieras cenando un poco de shushi! En
nuestra época de estudiantes te sentaban bien esas albóndigas precocinadas que
dices que nunca has comido, pero a mí se me atraganta hasta el agua del grifo.
Verás, le he estado dando vueltas y hay algo que se me
escapa. ¿A qué me refiero? A tu biografía y la mía. Dime: ¿cómo lo haces? ¿Y
esa sonrisa?, ¿dónde la has comprado? Te sienta como un traje a medida. Estás
cambiado, pero como un odre que se llena. Eres el mismo, en una versión siempre
mejorada. Yo corría, aceleraba, me empeñaba, pero siempre ibas dos pasos por
delante. Aún recuerdo cuando te dio por el termalismo, aunque tú lo llamabas Spa. Te pasabas el día predicando los
beneficios del agua a chorro. Después llegaron las catas de vino, la
multipropiedad, el rafting, ¿hay algo a
lo que no le saques brillo? ¿Recuerdas cuánto me gustaba tu descapotable
blanco? Nunca te pregunté si lo pagaste a plazos o a tocateja. La última vez
que te vi te habías pasado al coche eléctrico. Dices que te duele el planeta, aunque no sabes dónde.
¿Nos distanció la política o sólo me lo parece? La memoria me
traiciona, ¿quién dejó a quién? Es verdad que la sangre nunca llegaba al río,
hasta que un buen día… No estabas con la
derecha ni con la izquierda. Odiabas los extremismos, aunque no supiste
reconocerlos. Cuando se expresaban los centristas, los odiabas todavía más,
¿recuerdas que siempre acababas cargándome a mí el muerto? Te quejabas porque
os lo gastabais todo, hasta el último pavo. Porque tú hablabas así. Sólo en la chica se te iban más de 600. Después
estaban las dos casas, los coches, y comer gourmet, que cuesta un pico. Tenías
hijos que mantener y me reprochabas que yo no los tuviera. Hasta el gato te
costaba dinero. Te declarabas anti todo, pero tenías fondo de
inversión, plan de pensiones, algunas acciones, y el capitalito que heredaste
no fue poca cosa.
Le doy vueltas y más vueltas, para saber dónde tropiezo. Es
que aspiro a parecerme a ti. Eras moro cuando estaba mal visto ser cristiano,
pero fuiste cristiano para la lista de bodas de El Corte Inglés. A mí, que no organicé bodorrio, siempre me tocó
regalar. Eras “anti”, ya lo he dicho, pero te casaste por todo lo alto. Dijiste
que lo hacías por tus padres, para no disgustarlos, como si a mí mis padres me
hubieran importado un pito. Te declarabas ciudadano del mundo y pusiste un pie
en los cinco continentes. Entretanto, yo contaba las perras. Ahora tienes
huerto ecológico, exaltas lenguas que no hablas y todos te hacen el rendevú. Tu
sentido del humor, ¿sigue siendo tan agudo? Sí, ya sé, soy demasiado serio.
Recuerdo aquel incidente, cuando escarniaron a tu hermano los de las murgas.
Dijiste que se habían extralimitado porque “era uno de los tuyos”. No te hizo
ni pizca de gracia.
De un tiempo a esta parte te sigo por las redes. Me asombra
comprobar que no paras. Siempre te llaman a ti, para esto, para lo otro. Eres
hombre de agenda y tienes cartera de clientes. Te he visto con una mujer a la
que no reconozco. Creí que era tu sobrina, pero no, es tu nueva novia. La has
elegido bien, alta y guapa, aunque no sé si puedo decir lo mismo de ella. He
sabido que aspiras a prejubilarte en dos años. ¡Pero si somos de la quinta del
63! Te garantizan el cien por cien, y cuentas con algunas rentas: dos pisos y
tres locales. Tu moneda siempre cae del
lado de la suerte. Te indignabas a menudo, aunque nunca era por ti. Tus dos
hijos son superdotados, con alto CI. Te lo dijo el psicólogo, que es tan
imbécil como tú.
A mí no me va del todo mal, gracias por preguntar. Sí, ya sé
que aún no has tenido tiempo de leerme. Trabajar me cuesta dinero y no me
defiende ningún sindicato, pero eso, ¿a ti qué te importa? Estabas contra todo y a favor de todo. Guardabas las distancias y
salvaste los muebles. Escondías la mano, pero tirabas la piedra. ¡Joder!,
¿cómo lo haces? Ya no formo parte de tu mundo, aunque ahora creo que nunca me
incluiste en él. No sé dónde estás, políticamente, moralmente,
gastronómicamente. Tus muertos fueron los muertos más importantes, ¡menuda
pedazo de esquela que le publicaron al bueno de tu padre!
¿Sigues trayendo niños del tercer mundo a pasar el verano? Me
acuerdo de Alí, el saharaui. Lo hacías para educar a tus hijos, me dijiste,
¡que sepan la suerte que tienen! El mayor iba para teleco, ¿y el pequeño?, ¿a
qué se dedica? Todavía estaba en bachillerato cuando rompimos, ¡cómo pasa el
tiempo! Seguramente uno decide su suerte. Resuena el aplauso unánime, ¿lo oyes?
Es todo para ti. Podría mandarte a la mierda, así, sin contemplaciones, pero
antes dime: ¿cómo lo haces?