martes, 16 de febrero de 2021

MATAR AL PADRE

No sé si hacer una recomendación o no. Cada uno es dueño de un tiempo que no nos sobra. Me estoy refiriendo a entretenerse con las letras y los tweets de Pablo Hasél. Al fin y al cabo son la causa de que haya caído en desgracia. Existe un precedente, de nombre Valtónyc. Es un tipo fornido y bastante violento. En Bruselas intentó agredir a un joven, a la puerta de una institución. Le arrancó la bandera española con ínfulas de matón y a grito pelado. 

Pablo Hasél ya viene rebotado de una primera condena. No tenía antecedentes penales y por eso se libró de la cárcel. Corría el año 2015. Seis años después no le sonríe la misma suerte. El caso es que ha doblado seguidores en Twitter. Además unos 200 españoles de pedigrí han firmado un manifiesto en apoyo de su causa. Afirman que "la persecución a raperos, twitteros, periodistas, así como otros representantes de la cultura y el arte, por intentar ejercer su derecho a la libertad de expresión se ha convertido en una constante".

Siendo rigurosos, tal afirmación sería falsa. La llamada "libertad de expresión" está amparada, incluso por ley. Cualquiera puede decir cualquier cosa, aunque no en las redes sociales. Nada más arbitrario que el criterio de Silicon Valley. Para acabar en un juicio, alguien tiene que denunciarte. Hablan de ejercer un derecho en forma de "tentativa". Es decir, el sujeto lucha contra viento y marea en una tarea titánica. Si fuera así, ¿quiénes o qué estarían del "otro lado"? 

Se acusa al cantante por "injurias a la Corona" y "a las instituciones del estado", además de por "enaltecimiento del terrorismo". Los dos primeros delitos no implican penas de prisión, pero el tercero sí. Ignoro qué pasaría en Francia, si alguien invoca el yihadismo para acabar con el adversario. Después de Bataclán y de Charlie Hebdó la opinión pública no está para bromas. Se me dirá que los dibujantes pagaron con la vida su libertad de expresión, nada menos. Se me dirá que los asesinos se consideraban tan ofendidos como ofendido se considera ahora el aparato estatal. Es una espiral compleja, pero no irresoluble: los asesinados dibujaban a Alá, pero los terroristas decidieron matarlos.
Llama la atención el caudal de asco que acumula Hasél en su interior. Más que cantar, vomita. Es como si fabricara detritus continuamente. Nada de lo que lo rodea lo reconcilia con la vida. La obsesión con Juan Carlos I excede cualquier medida, por mucho margen que se le conceda. Su canción "El borbón bobón" es un monumento al analfabetismo político. El mundo de la cultura, (como si fueran todos) puede sacar pecho. Defienden un derecho que se revuelve contra sí mismo. El otro punto focal son los cuerpos y fuerzas de seguridad. Como se ve, se trata de figuras de autoridad. Apostaría una cena a que Hasél arrastra un trauma con su padre. Según él, el mundo es un infierno porque existe un rey. Necesita acabar con él, como sea, cuanto antes. Reclama la república popular como un cuento de hadas. Se quedó anclado en un punto lejano de su infancia rota. O eso, o no me lo explico.
Cabe preguntarse qué hay en la cabeza de estos sujetos. Un novelista puede dar cuerpo a un etarra y hacerlo hablar sin que le pase nada. El enaltecimiento del terrorismo no es libertad de expresión ni la libertad de expresión culmina con su amparo. Parece muy fácil de entender. 
Estaría dispuesta a admitir que existen alternativas a la pena de prisión. Por ejemplo: servicios a la comunidad, como hace Iñaqui Urdangarín, cuando sale. Pero eso no significa que estamparía mi firma para darle mi apoyo. Él se lo guisa, él se lo coma. Yo misma iría a la cárcel, si lo que está en juego es una novela mía. Aquellos que defienden a Hasèl denunciarían todo rastro de xenofobia, sexismo, homofobia. Exigirían una forma comúnmente aceptada de censura. Incluso se reescriben los viejos cuentos infantiles.
Este rapero no tiene alma de creador. Cuenta Sánchez Dragó que sus entradas en prisión eran aventuras. Sabía que allí había un caudal "de experiencias nuevas", de "autoconocimiento". Era joven, pero estaba hecho con madera de escritor. Contrasta la contundencia de las letras con la resistencia a cumplir condena. A chirona entró la mismísima Isabel Pantoja y sin hacer tanto ruido. Seguro que pensaba que no lo merecía, ¿cuál era su pecado? A Hasél, que ya estaba advertido, le ha dado una pataleta. Conocía el código penal por experiencia previa. Cuando escupe su asco, está influyendo en la chavalería que le aplaude. El "no matarás" le inspira, pero solo si el muerto le cae bien y si se lo puede endilgar a la policía. No tiene un orden moral muy claro.
Los nombres de los firmantes no me cogen de sorpresa: Almodóvar y Bardem, ¡cómo no! También se han unido Almudena Grandes y Juan José Millás. Como si lo viera. Ana Pardo de Vera es otra entusiasta. Esta lucense ilustre, sin embargo, entiende que a los de VOX se los trate a pedradas. ¿Y por qué lo entiende, se preguntarán ustedes? Porque lo que dicen (dice ella) no se puede decir. 
Son, en realidad, élites que desprecian la cárcel, pero no en sí misma. Al trullo van los heroinómanos, los raterillos, gentecilla de esa. Para ellos se reservan la moqueta de los premios Goya, o del Palau de turno. Si se trata de la farándula, no hay ley que valga.   
 

1 comentario:

  1. Los hay que se apuntan a todo lo que piensan que es progresista, arrastrando a quienes se mueven como conejos deslumbrados por unos focos, sin saber qué hay detrás de la luz cegadora.

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