lunes, 14 de diciembre de 2020

GRAN HERMANO

Hace unos días saltaron todas las alarmas, excepto para los que no quieren enterarse. La plataforma youtube ha censurado un artículo de opinión, ha cerrado temporalmente el canal que le daba soporte y ha impuesto una multa de 3000 euros a sus titulares. La columna llevaba por título "Quédate en casa" y la firmaba Fernando Sánchez Dragó. Merece la pena buscar el audio en google y escucharlo leído con la propia voz de su autor. Reto aquí a que alguien me explique cómo se justifica la decisión de youtube. No sé cuántas veces he oído a Dragó a lo largo de toda la semana pasada. El hecho sería grave, independientemente de quién hubiera escrito el artículo de fondo. Que Dragó sea escritor, convierte la censura en una pesadilla inquietante.
El autor incluye un personaje secundario (criatura de Pemán), El Séneca. Tras una introducción, le advierte con una letanía a la persona Fernando Sánchez Dragó. Como en un rezo, va describiendo de forma metafórica la transformación que supuestamente ha sufrido la sociedad por la irrupción de la pandemia. El Séneca denuncia los excesos de un poder omnímodo, mientras el ciudadano solo puede "quedarse en casa". 
Hay que leer entre líneas a Sánchez Dragó, (¿o son analfabetos los de youtube?) Se da el curioso caso de que el escritor ha sido extraordinariamente cauto a lo largo de estos meses. Tiene 84 años y se sabe persona de alto riesgo. Además (como dice él) es muy casero y pasa su tiempo escribiendo y leyendo. 
La columna es, pues, sobre todo una pieza con valor literario. Como una toma de tierra, permite un latigazo que ilumina la situación actual. Se cierra con la salida a la calle del propio Dragó, parapetado, con su mascarilla y dispuesto a obedecer las normas y los límites horarios. Un broche de oro redondo, gustos a parte.
Youtube, cierto es, tiene sus normas comunitarias. Lo mismo se puede decir de Facebook y su familia plataformática. Son empresas y parece que se reservan el "derecho de admisión". La cuestión es observar cómo lo hacen.
Cuando se pusieron "a cazar bulos" (pretensión asumida por el gobierno de forma explícita) nunca desactivaron los que afectan a una parte del espectro político. Mantienen abiertas cuentas que operan ad-hominem y de una forma descarnada y brutal. ¿Cuál es, pues, el criterio? Debería ser libertad en los argumentos y un elemental respeto a las personas.
En el caso de Dragó, apelan a la información veraz sobre el coronavirus, la Covid y la pandemia. Nos remiten a la OMS, como si hubiera arbitrado eficazmente este espanto que nos ha tocado vivir. El Séneca del artículo es un personaje literario que apunta a los abusos de poder sobre una ciudadanía con la guardia baja. Ni es un curandero trastornado ni un oportunista que vende el bálsamo de Fierabrás. Censuran literatura pura y dura. Hoy ha sido Dragó, ¿quién será mañana? Podría suceder que mi opinión incomode al lobby de turno. En lugar de darme la réplica, me callarán con una mordaza. 
La libertad de expresión no es un derecho absoluto. Le salen al paso otros derechos fundamentales: presunción de inocencia, honor, etc. Pongámonos en manos de los jueces.
Que todos somos iguales ante la ley lo dice la Constitución Española. Otra cosa bien distinta es "hacernos iguales por ley". O piensas como yo o te conviertes en un perseguido. Para conseguirlo, te silenciamos o podemos denunciarte.
Así las cosas, existe un riesgo que ya se percibe. La peor censura es la que se impone uno a sí mismo. Cuando sabes que tus opiniones van contra la corriente e implican un riesgo, te inhibes de expresarlas. No ganas nada y pierdes mucho. Se podría decir que la sociedad actual es aquella que describe un cuento popular muy conocido. En realidad, la sociedad humana siempre ha sido así. Existen aquellos que aún se atreven a decir que ven al rey desnudo, sí, pero también aquellos dispuestos a impedir que su voz se oiga. 
 

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