miércoles, 4 de noviembre de 2020

DIEZ NEGRITOS


 Tenía que ser el bisnieto de Agatha Christie quien viniera a bajarse los pantalones en lo que a la obra de su prolífica bisabuela se refiere. Claro, como no ha tenido que escribirla él...¡exprópiese el título de la novelita o lo que haga falta! Parece que Dix petits nègres (Diez negritos) es una expresión ofensiva, racistoide, xenófoba. Ahora se patologiza a todo el mundo con aquello de las fobias y que no se hable más. 
Agatha Mary Clarissa escogió el diminutivo, negritos, y no el sustantivo, negros. Menos mal que tampoco usó el aumentativo, negrazos. Esa variante se reserva para una chica muy feminista y liberada, en el caso de que se esté refiriendo a lo buenorros que están los sujetos "de color".
En Francia, el título, de momento, pasará a ser Eran diez. Ya se había modificado en Inglaterra (Ten Little Niggers) en la forma And Then There Where None. La editorial francesa se ufana, y no solo de alterar un sintagma tan poco apropiado: han revisado toda la obra, eliminando la palabra "nègre" y cambiando L'île du nègre (¡qué remedio!) por L`île du soldat. 
Nueve, y no diez, eran las semanas de Kim Basinger y Mickey Rourke. Bueno, eran nueve y media, para ser más precisos. No sé si pasaría hoy el filtro, pues la chica rubia estaba muy expuesta: hacía lo que él le pedía, siempre en terreno sexual. Formaban una pareja superhétero y, por tanto, patriarcal. Los dos términos son ya indisolubles, como el martirimonio, que diría Dragó. La buena de Elizabeth (Kim) temblaba con el hielo y se desternillaba comiendo gelatina, pero acabó machacada y hecha polvo.
En cantidad de ocho tenemos apellidos, y no personas. Son ocho apellidos vascos y ocho catalanes. Estos títulos no molestan a la Nueva Inquisición, al menos de momento. Cosa bien distinta es el contenido. Puede haber quien se ofenda y también quien no lo haga. Por ejemplo: los muchachos andaluces dudan de que exista una sola vasca guapa. Aunque tal y como va todo, quizá sea mejor eso que lo contrario: así no te acusan de cosificar a la protagonista o de micromachismo.
Siete eran los pecados capitales que ya no son: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. La llamada corrección política, fusta del pensamiento hegemónico, los censuraría todos, que es tanto como decir que los levanta. Bueno, todos excepto uno. Solo se mantendría la gula, es decir, uno de siete. Comer, y comer en abundancia, es un acto punible. Vivimos en los tiempos del tofu y las bayas: todo tiene que ser healthy food. Comer comida guarra, pues, está mal visto. Mamen Mendizábal dedica una sección para aprender a alimentarse bien. Por lo demás, tenemos pecadores en la esfera pública que no pecan. Han sido liberados para los restos.
Ábalos no peca de lujuria: simplemente se casa y se descasa. Lastra no peca de avaricia: simplemente gana mucho y ahorra más. Pablo Iglesias no peca de ira: es el azote de los ricos y los poderosos. Pedro Sánchez no peca de soberbia: es alto y guapo y se lo puede permitir. Simón e Illa no pecan de pereza: es que tienen las pelotas muy grandes. Nos queda la envidia, que ya no existe: Teresa Rodríguez le recuerda a Irene Montero que ella no se ha cambiado de barrio, quizá porque es lo que más le gustaría.
De seis días disponen Harrison Ford y Anne Heche para enamorarse: seis días y siete noches. La parejita tiene que sobrevivir después de estrellar una avioneta, como Adán y su costilla en el paraíso. Él es mucho mayor que ella. Ella parece la fierecilla domada. Cuanto más la domina Quinn (Ford) más se derrite Robin (Heche), y eso que un novio formal la está esperando en alguna parte... El heteropatriarcado cabalga sin inhibiciones. Los roles, los clichés, los machismos sutiles empañan la trama. ¿Solución?, ¡someterse al alto tribunal! ¡Que retiren de cartel semejante despojo!
Cinco horas tuvo Carmen para hablar con Mario. Y eso que el hombre estaba muerto. Que se agarre los machos Miguel Delibes, si al censor de turno se le ocurre meter la zarpa en la novela. Suerte que estas producciones ya no se leen. La Wikipedia misma avisa: el cuadro peca de maniqueísmo. Menchu es clasista, rinde culto a las apariencias, envidia la prosperidad de las vecinas, ¡y prefiere más comodidades a más hijos! Por el contrario, Mario es un idealista, se priva por solidaridad con los pobres, quiere ser generoso en su descendencia... Un dechado de virtudes, vaya. No se ajusta al guion de los cursos sobre igualdad y violencia de género, donde ellos son muy malos muy malos y ellas muy buenas muy buenas.
Los jinetes del apocalipsis son cuatro. También son cuatro las bodas, además del funeral. La película de Mike Newell fue una comedia romanticona: al final triunfa el amor. Hugh Grant se chifla por Andie MacDowell, osea, Charles se enamora de Carrie. Se trata de una norteamericana guapísima, que viene a fastidiar a la pobre Fiona, hundida en un amor imposible. La alienante adicción al romance, vicio femenino por excelencia. ¡Exprópiese!
Tres hijas tenía el rey del cuento. Tres eran las morillas de Jaén. Tres fueron los aguerridos mosqueteros. Señores míos: todo eso no se puede leer. También había dos tontos muy tontos. Y hubo dos balas muy perdidas. Dos hombres tuvieron un destino. Y hasta conocimos dos hombres y medio. 
En el puesto número uno salvamos el tipo. Es el conjunto del elemento único. Aunque todo hay que decirlo: ahora hay dos papas y dos reyes, y la inquisición es antimonárquica y anticlerical. Nos salva un hombre llamado caballo. Era un hombre blanco, pero convertido en sioux. Jesús, qué difícil ha sido: el alto tribunal nos concede un nihil obstat. 

1 comentario:

  1. Todo un alegato a la cultura y a la sensatez, que más bien podríamos llamar réquiem. Gracias por tan extraordinario artículo.

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