Existe, por así decir, una cierta consistencia entre lo que se predica y lo que se hace. Mejor diré: debería de existir. Hay refranes que alertan sobre el fraude que supone faltar a ese mandamiento: a Dios rogando y con el mazo dando; dime de qué presumes y te diré de qué careces...
El último jamacuco sufrido por los bienpensantes tiene que ver con la lucha de clases. Callaron las vergüenzas durante dos meses de encierro (¡¡¡aplausos!!!) y ahora, en Madrid, se declaran en rebeldía. Las caceroladas contra el gobierno central, cuando nos abrieron la jaula, eran, al parecer, caprichos de ricos, de cayetanos. Las protestas en la Puerta del Sol tienen más chicha porque quienes gritan consignas son la clase trabajadora.
Ayuso era una criminala (que diría Galdós) cuando pedía pasar de fase, en la llamada desescalada. Si retrocede y toma medidas, es criminala doble. Madrid no es la primera comunidad más afectada, sino la cuarta. Si hacemos bien las cuentas, Page, el socialista, se lleva la palma en Castilla La Mancha. Le siguen otras dos autonomías, Aragón y Extremadura. Para la Sexta, Madrid es, y ha sido siempre, un claro blanco a batir. No paran, no se cansan, nos abruman: de corte a Checa, que Dios me perdone.
Ya se ha dicho que el pobrismo hermana al comunismo con un cristianismo muy primitivo: antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos. PODEMOS rebajó el debate político, desde sus inicios, a la mera supervivencia. Todos los demás practicaron un seguidismo inane y ahora lo estamos pagando caro. La vida tenía, fundamentalmente, tres soportes: un techo, una lumbre y una escudilla sobre la que avalanzarse muerto de hambre. Sobredimensionaron el desahucio, con el aplauso de la okupación (como un acto de elemental justicia social), la pobreza llamada energética (el aire acondicionado no contaba) y las becas-comedor (si los padres no comían, no importaba).
Eran todos líderes muy guays, muy enrollados, estudiadísimos. Nada de traje de chaqueta, ni corbata, ni siquiera un buen corte de pelo. La mayoría han ido desapareciendo de escena, salvo el tándem que llaman Ceaucescu (Iglesias-Montero) y el amigo Monedero, que vaya usted a reirse de tales patronímicos. Por los márgenes pulula un tal Garzón, algo más arregladito de formas y sin apenas fondo. Celebró su boda por todo lo alto, y que le preste. A mí no me importa cómo se casa o dónde vive zutano o mengano. El problema es que a ellos sí.
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