martes, 29 de septiembre de 2020

HIJOS DEL AGOBIO


 Resulta llamativo lo poco que los creadores se han (o nos hemos) esforzado en verter sobre la ficción el terrorismo nacionalista vasco y sus mil ramificaciones. Podemos comparar esa sequía creativa con lo mucho que el IRA ha dado de sí, tanto en la literatura como en el cine. De manera sorpresiva, PATRIA, de Fernando Aramburu, irrumpió en el panorama editorial como "novela total". Ahora la plataforma HBO ofrece al público masivo (incluidos los que no han leído el libro) esta historia en 8 capítulos. 
Cuando terminé la novela, pensé que era necesaria, sí, pero no definitiva. El argumento me parecía ahogado en dos familias y eché de menos más sociedad (no hay un retrato completo) y un narrador que levantara el vuelo, más allá de tanto coloquialismo, por lo demás, brillante. Algún crítico le ha reprochado al autor la sobredimensión que le otorga al perdón como fin último y prioritario. El propio cartel de HBO suscitó una agria polémica, al dividir la imagen entre un asesinado y un preso "torturado".
El domingo pude ver los dos primeros capítulos. Más tarde, estuve curioseando en las redes, para tratar de saber qué piensa el público. Aunque hay de todo, mi sorpresa fue mayúscula, cuando encontré comentarios del tipo "por lo menos nos ofrece las dos visiones, los dos puntos de vista". Porque aquí hay una causa primera y toda una secuencia desgraciada viene detrás como reacción en cadena.
Dos matrimonios amigos, ellos algo sumisos, parcos, taciturnos; ellas dominantes. Uno será asesinado (deja de pagar el llamado "impuesto revolucionario") por el hijo del otro, un joven que acabará detenido y encarcelado. Ha transcurrido mucho tiempo. La viuda Bittori vuelve al pueblo con el alto al fuego de ETA. La madre del terrorista, Miren, para soportar una disonancia enloquecedora, (aceptar que su hijo es un asesino), se cree la verdadera víctima de las dos. Víctima es, sin duda, pero de su propio hijo, Joxe Mari. Todavía no sabe si mató al Txato o no, pero es el que se ha llevado a las dos familias por delante.
HBO ofrece algunos extras. Se pueden ver divididos en apartados. Uno de ellos (Aramburu lo trata en la novela) lleva por título "torturas". Un antropólogo forense se extiende bastante en exponer esta cuestión. Sin embargo, una tipología de los asesinatos no se plantea: coches bomba, bombas lapa, arma de fuego, secuestro. Aparece, eso sí, la huérfana del concejal del PP Zamarreño: sigue viviendo en Rentería (sus hermanos decidieron marchar y no podemos escucharles), ya a un paso de la superación de todo trauma. En la serie se oyen los tiros que acaban con la vida del Txato: una muerte rápida, limpia, indolora. Por contraste, las torturas son prolongadas, recreadas, ofrecidas en bandeja, por así decir. Y la condena de prisión se extiende a lo largo de los años... Joxe Mari ha envejecido en la cárcel. 
No ha existido como tal "el conflicto vasco". No como un fenómeno previo que degeneró en violencia inevitable. El conflicto no fue otro que el terrorismo mismo, que se convirtió en bestia negra en plena democracia. Los abusos policiales iban dos pasos por detrás de los asesinatos. Es difícil defenderlos, así, en frío, pero hay que mirarse en el espejo, desnudarse y formularse una pregunta. Supongamos que tenemos a un detenido. Sabe cuándo y dónde va a matar un comando. Hasta dónde estaría usted dispuesto a llegar, para obtener esa información y salvar la vida (seis niños en la casa cuartel de Zaragoza, en diciembre de 1987) de tanto inocente.
Felipe González implantó la dispersión de los presos. Era la forma de romper la reorganización de los terroristas en las cárceles. La madre del asesino no quiere pedir perdón: el perdón se lo deben a ella. Cree poseer razones a puñados: el GAL, (el ministro socialista Barrionuevo y Vera en la cárcel), el alejamiento, las torturas. Es verdad que tiene que viajar muchos kilómetros, si quiere visitar a Joxe Mari, pero Bittori solo puede llevar flores al cementerio.

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