martes, 16 de octubre de 2018

ESPAÑA PROTEICA

Acaba de celebrarse la festividad del 12 de octubre. Conmemora la arribada de Colón, (que andaba algo desorientado, a pesar de ser hombre), además del día del Pilar, patrona de España y de la Guardia Civil, fundada en 1844, (faltaban 48 años para que naciera el Generalísimo).
Recuerdo, como vivencia personal, el gran desfile por la quinta avenida de Nueva York, en el que participaba mi familia en la emigración con un júbilo sin límite. Avanzaban entre el gentío al son de las gaitas gallegas, siempre por delante o por detrás de representantes de países de toda Hispanoamérica, además del resto de España. Muchos de los más jóvenes ya eran nacidos en los Estados Unidos, pero sabían mirar y miraban "hacia la madre patria". Con más o menos añoranza, España era un referente real, proteico, genético, familiar.
Somos hijos de la expedición de Cristóbal Colón, financiada por una reina "española". Corría el año 1492, a punto de entrar, pues, en el siglo XVI. El mundo era inmenso e inexplorado y los cartógrafos hacían lo que podían. La lengua castellana (arcaica, si se la compara con el estándar actual) se extendió, como se había expandido antes el latín por el vasto imperio romano. Gallego, catalán, castellano...todas son lenguas evolucionadas a partir del latín vulgar. Estamos a medio milenio de tales hechos y a mil quinientos años de la caída del imperio romano. La metrópoli, sin embargo, anda enredando en un historicismo pírrico y mentecato. La autoestima baja (lo he dicho en varias ocasiones) hace estragos.
Se publican trabajos muy serios sobre la llamada "leyenda negra" española. Pero a un amplio sector de la izquierda (y al nacionalismo de derecha e izquierda) les encanta la autoflagelación. Les "pone", y mucho, siempre y cuando la carne desollada resulte ser la de otro. ¿Y cómo es eso posible?, me preguntarán algunos. Uno se azota y se azota a sí mismo. Pues no, señores, eso no funciona así. Se trata, nada más y nada menos, (¡oh!, ¡yo!, ¡no pecador!) que de la negación de España. Y digo negación, un paso más allá de la renegación. Cada presidente de cada comunidad autónoma contrapone sus cifras a "las de los restos de España"
Obsérvese, para empezar, que siempre se omite el nombre de la nación. Se dice "este país" o "el estado español". Así actuaría una señora tirana, que evita mirar de frente a su sirvienta para rebajarla. En su imaginario castigador, este sector lo mezcla todo: el "genocidio" en América, el franquismo, el tricornio, la Segunda República.
Arengaba una internauta el día 12 (muy pedagógica ella): ¡no olviden que ésta es nuestra verdadera bandera! Exhibía una bandera republicana y nos recordaba que "la otra", la rojigualda, la impuso un tal Franco, que dio un golpe de estado y acabó con "un gobierno legítimo". España, como unidad histórica, política, cultural, administrativa, es arrastrada por los pelos a una caverna pre-humana. Se encargan de hacerlo casi la mitad de los españoles, o ya veremos cuántos. La Unión Soviética ya no es un espejo en el que mirarse, pero la Segunda República sí. Todo era perfecto allí y allí hay que retroceder. Hay que volver como sea y en la forma que sea: cuestionemos la bandera, las fiestas, los pactos. La transición fue una bajada de pantalones, ¿no ven que fue pacífica? Cuando las cosas se hacen bien, (no me olvido de ETA) tiene que haber muertos.
Está siendo tan denigrada "una idea de España", que los jóvenes se apuntan como enjambre aturdido: por un lado están los "pollasviejas", (la expresión no es mía), por el otro el neocorreccionismo. Entretenidos con un feminismo redundante, el ecologismo teórico, el antifascismo para todo, aplauden el antiespañolismo de Valtonyc y deploran "una palabra homófoba" de Mecano, unos auténticos carcas. España es un asco, es fascista, es lo peor. España es casposa, es ineficiente, es paupérrima. En cada comunidad, surge un muro sobre el que lamentarse y en el que abrigarse, desde Galicia hasta Uesca, ésta escrita sin hache.
Todos parecen querer huir de España como de un barco amenazado por la peste bubónica. Cada uno saca su "salvavidas" y se echa a la mar. ¡Asturianu!, ¡aragonés!, ¡república catalana! España es una Casa Desolada...
Algunos la rebajan y la llaman Españistán. Lo más genuino de un buen español es un antiespañolismo que salve su honra. Buscan identidades "esenciales" porque España no lo es en absoluto, y a Dios gracias. La Constitución Española es indiscutiblemente inclusiva e integradora.
De tanto descuartizar el cuerpo español, uno se pregunta, ¿y qué queda? Ni País Vasco, ni Cataluña, ni Galicia, ni Valencia. Tampoco Asturias, ni Baleares, ni Uesca (sin hache). Alguien del SAT defendería la independencia de Andalucía.
Llegados a este punto, yo empezaría por el principio. Es el deber prioritario que le asigno a un líder político: reiniciar este debate, poniendo el contador a cero. Y lanzar una pregunta al aire, con la cabeza y el corazón en la mano. Hay que desenmarañar la letra de esta charada y desenmascarar a tanto hipócrita, que niega España y vive como españolazo: ¿acaso no es un cuento chino (y un gran negocio) afirmar "no saberse" español en España?

2 comentarios:

  1. Me encanta tú artículo Fátima, debe de ser una emoción grandísima, pasear por la Quinta Avenida con la bandera de España,,,Pepita..

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  2. Me encanta tu artículo Fátima, debe de ser muy emocionante celebrar nuestro día de España en la Quinta Avenida de Nueva York, el vello de punta.. Pepita

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