viernes, 16 de marzo de 2018

YOUNGOLDERS

Es difícil, tras la huelga del día 8, no sentir las regurgitaciones del empacho: un puñado de eslóganes y mucho escombro es todo lo que va a quedar. Aún resuenan por poniente los cánticos a "la mujer" como criatura. También se oye el eco de "la libre expresión" de infamia, volcada sobre mujeres "con altos cargos de responsabilidad".
Con los más encendidos elogios hay que andarse con mucho ojo: están plagados de trampas en su propia definición. Se exalta a "la mujer completa", aquella que puede con todo. Al hacerlo, de forma subrepticia, se la anima a que siga así, cargando con ese todo.
Nunca un clima social convulsiona espontáneamente. Se necesita un humus previo, una convocatoria y confiar en "la dinámica vírica". Contagiarse no es pecado, pero uno debe confiar en su sistema inmunológico: estás expuesto y bien expuesto, observas y a ver qué te parece.
Una "New Age" de feminismo ha eclosionado incendiando una efeméride. El caso Weinstein, y el subsiguiente Me Too, fue un terremoto con réplicas a escala global. Las placas parecen algo más tranquilas, entre "las viudas de Hollywood". Se vistieron de negro, que es el color de nuestro luto. No me resisto a recordar la enigmática frase de Alison Janney, al recoger su óscar: ¡Lo he conseguido, dijo, sin hacer nada! Hacer, lo que se dice hacer, claro que hizo, ¡su papel! Pero el Me Too lo había sepultado todo bajo un manto de estiércol. La carrera de cualquier actriz, (y no sólo la conducta del extorsionador), quedaba bajo sospecha. "La mejor actriz de reparto 2018" sacó la cabeza y dijo que "ella no", o "a ella no", como prefieran.
El día 8 de marzo se celebra desde hace tiempo. Primero se le dedicó a "la mujer trabajadora" y, más tarde, "a la mujer", a secas. No pasaba de ser una fecha anodina, de corte institucional, cuasi obligada. ¿Qué ha sucedido este año y por qué ha sucedido?
Más que ante una huelga general, estábamos ante una huelga omnímoda. El feminismo aspira a ser un "paradigma", un auténtico sistema filosófico. Sus preceptos deben explicarlo todo. Nada escapa a su interpretación. Si los datos no encajan, ¡peor para los datos!
Vivimos tiempos de incertidumbre inducida, porque nunca se ha malvivido tan bien. Hasta Santi Vila culpa a Twitter de la inconcebible irresponsabilidad del independentismo catalán. No hay sosiego en ninguna parte y la vida es una perpetua demanda. Avanzamos con una tasa de divorcio altísima y las nuevas formas de empleo nos convierten en nómadas. Bajo el suelo de ciudades de lujo, (humanizadas y plagadas de esculturas), fluye un magma caliente y líquido. Los "grupos de pertenencia" son los nuevos refugios antiaéreos. Si un negro cae abatido por la policía, en los EEUU resurge el conflicto racial. Pero ya tuvieron un presidente "de color" y Morgan Freeman se niega a discutir en esa clave.
Más que un feminismo constructivo, estamos ante otra forma de nacionalismo. Además de una "teología de la liberación femenina", se trata de "un grupo identitario". Desde el púlpito se nos llama a filas, a todas las mujeres en tanto que mujeres. ¡Marchemos juntas de la mano! ¡Si paramos, para el mundo! Esa exhibición de poder se contradice con el victimismo: si las mujeres paran, el mundo se detiene solo en parte. Si se expresa así, es por un único motivo: reconocerse chachas, recogecalcetines, limpiabotas, felpudos.
Además, y ya en España, ha calado el tándem 68-2018. Es decir, los jóvenes del mayo francés (youngers) van a salvarnos de nuevo, (olders). Si uno lo piensa bien, la maniobra es muy hábil: contiene la fascinación que suscita un círculo perfecto y cerrado. Así las cosas, formulamos una pregunta: si tan valientes fueron, ¿por qué no desalojaron a Franco? Es mucho más fácil sacarlo ahora del Valle de los Caídos. En sospechosa correspondencia, se alza el nuevo feminismo. Ha de ser, por así decir, un feminismo "frentepopulista". Begoña Villacís, sin ir más lejos, fue vejada como hereje. Es la eterna cuestión que yo llamo "el expediente Thatcher". A la primera primer ministro del Reino Unido se la llamó "dama de hierro". La pobre Margaret, ¿cuenta o no cuenta? Porque si no cuenta, hay que empezar de cero.
El especial de La Sexta Columna fue un buen ejemplo de lo que digo. El programa iba analizando "la situación de las mujeres" en bloques temáticos. La edad de las intervinientes abría un abanico completo. La total ausencia de hombres lo convirtió en un gineceo autoexcluyente. Escuchamos a Laura Freixas, (a la que el argumento de Lolita, de Nabokov, le causa escándalo), y a un grupo de músicos (¿digo "músicas"?) muy jóvenes, que luchan con letras provocadoras. También tuvimos el dudoso honor de conocer a una reescribidora de cuentos "clásicos": hace de la propiedad intelectual, (Caperucita, Blancanieves, La Cenicienta), lo que le viene en gana.
Empezaré por la convocatoria de la huelga, tal y como estaba planteada. Además de al feminismo, tenías que abonarte al lote entero. Comprar lotes es lo que tiene: pagas doce piezas, cuando solo necesitas dos. Mi madre me enseñó a desconfiar y nunca lo olvido. A eso hay que añadir el tufillo "anti": eres anticapitalista, anticlerical, anti, anti, anti...
El segundo punto y el que más me irrita es la vigilancia en el lenguaje. Diciendo "ellos y ellas" no solucionamos nada. Más bien al contrario: reproducimos la imagen de Adán y su costilla. De la "o" surge la "a", si se le añade un rabito. Si se apela a la "visibilidad" es porque nos consideramos invisibles. Cuando yo leí El Corazón del Hombre, de Erich Fromm, me di por aludida. Hombre, en el sentido de especie, en contraposición al perro o al lagarto. Nunca marginando a "la mujer", que ya abandonó el Paraíso hace mucho tiempo. La perversión del lenguaje, (a la que no escapa nadie), suele estar en los sintagmas. Incluyen sobreentendidos, falacias, relaciones forzadas. Pongo como ejemplo la expresión "madre trabajadora". No se oye jamás hablar del "padre trabajador". Al usarla, de modo automático, se plantea una disrupción nunca resuelta: o eres madre a medias, o eres trabajadora a medias. En un acto de honestidad reconozcamos que ellos tuvieron su cruz: allí donde una mujer se quedaba en casa, había un hombre sobre el que recaía "demasiado peso". Cito al personaje de Miau, la novela de Galdós: como no puede alimentar a su familia, sube al monte y se pega un tiro.
El trabajo me lleva al punto tercero, la llamada (otro sintagma) "brecha salarial". Hay que saber quién efectúa los cálculos y cómo lo hacen. A poco que se revisen los datos, la impresión general cambia mucho. Ahora circula por todas partes un porcentaje infamante: ¡somos la mitad de la población mundial y solo poseemos el 1 por ciento de los bienes! A ver si va a ser otro mito, como el de las balanzas fiscales. Quizá sea el resultado de un exceso de burocracia. Se encargan estudios y estudios de estudios, y después se publican y se citan por todas partes.
El sábado en La Sexta Noche invitaron a una empleada de Puertos. Parecía algo despistada: no sé, no sabría decirle... La brecha salarial no era, según ella, "cuestión de dinero". ¿En qué quedamos?, ¿hay brecha o no hay brecha?
Punto número cuatro, el abuso y el acoso sexuales. Lo dije en otro artículo: se excluye injustamente a los hombres. Días después de publicarlo, un grupo de jóvenes denunciaron a un fotógrafo. Los niños-marido, no lo olvidemos, también son víctimas del "matrimonio infantil".
Punto número cinco: las tareas domésticas. Increíble que la población civil no resuelva lo que resolvió el ejército. Si lo comentas entre amigos, las mujeres te corrigen: ¡ahora es diferente!, ¡mi hijo hace más que mi nuera! Claro, lo que está en juego es su papel como educadores "en igualdad". Entonces, si no hay problema, ¿a qué quejarse?
Punto número seis: la violencia llamada "de género". La media ronda las cincuenta y cinco mujeres asesinadas. En un país de casi 48 millones de ciudadanos, se trata de "una enfermedad rara". Expresarlo así, entiéndaseme bien, no implica subestimarla. Pongo como comparativa otra cifra abrumadora: casi cuatro mil personas se quitan la vida cada año solo en España. Me detendré en un fenómeno inquietante: la violencia que las mujeres descargan sobre los niños. Tenemos cifras, pero son silenciadas: negligencia, insultos, gritos, golpes, vejaciones. Tiene relevancia, y la tiene por una razón. A partir de los hechos, establecemos las naturalezas femenina y masculina. La violencia es vertical y se ejerce de arriba abajo. Las mujeres violentas infligen daño donde pueden y con quien pueden. También en las parejas homosexuales se registra maltrato de un hombre sobre otro.
El punto número siete tiene como objeto la ambigüedad sobre la maternidad. Y a éste se vincula el primer derecho femenino, a saber, el derecho sobre su cuerpo. Es siempre un cuerpo maltratado, enfermo, humillado: despelotarse para fastidiar a un obispo es un acto estúpido, se mire por donde se mire.
Se ha puesto de moda, con literatura incluida, la figura de "la madre arrepentida", esa misma que se agita como señuelo y estigma laboral. El sábado, en La Sexta Noche, se nos ofreció una bochornosa clase de Historia del Arte "en clave de género". Uno de los cuadros escogidos reflejaba una mujer asomada a una cuna. Según el profesor, su genial autora había sido castrada en la elección de la temática. Lo había pintado a la fuerza, por así decir. Al parecer, (a mí no me lo parecía), el rostro de la madre reflejaba angustia: la angustia de no poder escapar del ámbito doméstico. La pintura de los flamencos, con sus interiores burgueses, o no la recordó o es otra cosa. Cuando el feminismo ultracorrige, pues, y cuando los hombres pintan, hasta las naturalezas muertas, (un buen pedazo de atún y un vaso de vino), son arte libre. Nadie dijo nada. El plató estaba destemplado. El propio Iñaqui ponía caritas, al seguir la clase magistral. Ignoro qué pensaba, e incluso qué sentía: él mismo acaba de ser padre, con su pareja no solo televisiva.
Montserrat Caballé afrontó su carrera en los años 50 y tuvo una hija. Paloma O´Shea, sin embargo, se casó con Botín y se retiró de los escenarios. ¿Eran libres las dos? Si y no, como todo el mundo. Quizá a la pianista la asustaba el éxito y la tensión de encarar al público en cada concierto. Es un miedo muy humano, que también se observa en los hombres. Muchos de ellos no pueden con la vida y sucumben a las drogas y el alcohol, donde son amplia mayoría. 
En las filas de la literatura, detecto otro fenómeno disolvente. Proliferan las páginas de culto y los proyectos "para dar visibilidad". Después se habla de escritoras, todas ellas consagradas. Eso es hacer trampa, porque ni fueron ignoradas ni han sido olvidadas. Se confunde la literatura "hecha por mujeres" con la literatura feminista. En tal caso yo voy fresca, por Elías Cèlard. Reivindico con alegría sus fanfarronadas y su machismo de pirulí. Antes me cortaría una mano que dejarme censurar.

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