jueves, 10 de noviembre de 2016

CONTROL DE ALCOHOLEMIA

Dicen de él que siempre se casa con modelos, aunque su primera mujer era esquiadora, además de checoslovaca. La tercera, de origen esloveno, habla seis idiomas y paseó la pasarela. ¡Quién le iba a decir a Melania que se convertiría en primera dama y tendría que redecorar las estancias más privadas de la Casa Blanca! El sueño americano, ¡qué demonios!, fue real para ella, sobre todo de la mano de este presbiteriano graduado en la Escuela de Negocios Wharton.
Hace ocho años, el mundo entero vibraba con la elección del primer presidente negro, -y medio  blanco-, de la historia de los Estados Unidos de América. Ocho años después no podemos coronar a la primera presidenta, con a, en medio de un ambiente de incredulidad y desolación que, no siendo nuevo, es casi su paralelo.
El mismo Pablo Manuel Iglesias afirma que Donald Trump es un sinvergüenza. Según él, ha ganado las elecciones porque no se había construido una verdadera alternativa. Si algún osado pretendiera extrapolar los resultados a España podría salirle al paso con un chiste fácil: el candidato de Podemos, y su País de Alicia, tampoco fueron la alternativa que esperaban. Como no hay mal que por bien no venga, -¿o no?-, algo bueno puede llegar con este tal Donald: el tan traído y llevado TTIP, -con un antiyankismo trasnochado en versión reactualizada-, podría quedar, para satisfacción de la izquierda europea, finalmente en nada.
Lo que está en cuestión aquí es, ni más ni menos, que el sufragio universal. Una y otra vez la humanidad se pregunta cómo puede haber ganado las elecciones un tipo como Trump. El estudio de perfiles nos sitúa en el voto menos educado y en las zonas rurales. Huelga añadir que cientos de miles de sus votantes no responden a ese patrón. Se trata, creo, de un apriorístico paradójico. Creer en el derecho al voto y negarlo al mismo tiempo. Que el sufragio de don Paco vale tanto como el del Premio Nobel no nos aclara a quién vota cada uno. Si a Trump le aplauden cuando asegura que deportará a los inmigrantes criminales o cuando promete que pedirá a los de Apple que fabriquen sus putos ordenadores en los Estados Unidos, es porque piensan como él. Los más igualitaristas razonan como si existiera una élite de aristós entre los votantes. El problema aún se complica más, pues es el exogrupo el que siempre se equivoca y viceversa. Obama era el nuevo mesías y Trump el anticristo. La democracia, ¿es así?
Existen mecanismos de control, como una Ley de Partidos, para que cualquier cosa no pueda comparecer a las elecciones. Fuera de ahí... el sistema sigue su curso, con todas sus ramificaciones. Nada ni nadie puede callar el supuesto racismo, o sexismo, o nacionalismo de un candidato. Nada, ni tan siquiera los ciudadanos que le votan.
Asegura Trump que pondrá a disposición de quienes deseen abandonar el país su propio avión privado. La cabina irá vacía, si atendemos a cuantos se marcharon cuando dijeron que se marcharían si ganaba las elecciones George Bush. El advenimiento de la era Trump se está viviendo estos días como un apocalipsis. A la par los científicos alertan sobre el avistamiento de dos asteroides que se dirigen directamente a la tierra.

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