jueves, 17 de noviembre de 2016

MALA COSECHA

Escribió Hannah Arendt que la educación es ese punto en el que decidimos si amamos al mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad sobre él y salvarlo de la ruina. Son las suyas palabras que bullen en mi cabeza cuando le doy vueltas a lo que podríamos llamar El Caso Alsasua. En él convergen varias cuestiones fundamentales, en secuencia, si no temporal, sí de gravedad creciente. Los hechos que allí se provocaron desencadenan un reguero que acaba incendiando a la sociedad entera.
Empezaré por el final, comentando la declaración institucional que en el municipio han firmado Goazen Altsasu, EH-Bildu, Geroa Bai y Partido Socialista. Me sorprende encontrar un corsé lingüístico tan férreo, en contraste con la deserción suicida de un patrimonio ético. Se trata de un texto dividido en cuatro puntos, breve, conciso, muy clarificador. En ocho ocasiones sus redactores nos hablan de vecinos-vecinas, ellos/as, indefensos/as, terminando el alegato con una amnistía moral expresando "nuestra solidaridad con todas las personas que se han visto afectadas a partir de unos hechos que entendemos nunca debieron ocurrir". Todos son iguales: agresores y agredidos, y los hechos simplemente ocurren...También se solidarizan con el pueblo de Alsasua, al que agradecen "la actitud mostrada ante tales hechos".
No hay ni una alusión clara a la responsabilidad primera, que no es otra que la agresión a cuatro personas perpetrada con matonismo grupal. Apelan, sin embargo, a la Ley, -la Ley del Menor-, cuando critican la difusión de identidades en medios de comunicación nacionales a los que, en todo caso, pueden denunciar.
El excelentísimo alcalde trata de rebajar la agresión a dos guardias civiles y sus parejas respectivas y dejarlo en un incidente de taberna. Lo cierto es que la paliza requiere un humus social previo, de corte claramente político. Estamos ante un acto de violencia en grupo, dirigido selectivamente a "las fuerzas de ocupación". Al principio los hechos llegaron a negarse, con carteles que denunciaban supuestos montajes policiales.
El escrito busca el amparo de las instituciones: apela a la policía foral competente y al juzgado de instrucción número 3 de Pamplona. Da toda la impresión de que se concibe un sistema que, por propio, ha de ser necesariamente indulgente.
También se alude en el escrito a las supuestas penas y sus firmantes lo hacen de forma preventiva y anticipada. Quiero y debo suponer que el caso será juzgado siempre en función de la ley y teniendo en cuenta el parte de lesiones y los hechos.
No sé si el pueblo de Alsasua está siendo ejemplar, equitativo o no. Mucho les preocupa la imagen que se proyecta, pero aquí no hablamos de turismo ni de atractivos paisajísticos. Nos las prometimos muy felices cuando celebramos que ciertos partidos entraran en las instituciones. Una remozada en el sistema acabaría recauchutándolos y calmando sus ansias. No diríamos lo mismo si tales partidos pertenecieran a la extrema derecha. Lo que no se entiende aquí es que pinta el Partido Socialista, alineado en un análisis tan aberrante.
Puedo comprender mucho mejor a los padres que sufren: tiene que ser muy duro descubrir que tu hijo odia tanto, que la emprende a palos con cierta gente en cuanto te das la vuelta. No olvidemos que los agredidos también tienen familias, y soportan un sufrimiento aún más lacerante. Yo les recomendaría, y muy humildemente, que cortaran amarras con el grupo y buscaran la salvación individual. Quizá sea lo más difícil en este momento, pero alcahuetear a sus hijos es hambre para hoy y hambre para siempre.

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