Tanto montan tronchos que berzas, habas que castañas, churras que merinas. Me agregan a uno de esos grupos cerrados sin pedirme permiso y ni me entero. Estoy entre taurinos y antitaurinos, en Unidos por la Democracia, en Por un Nuevo Orden Mundial. Me reclutaron los del Derecho a la Vida, la Risa como remedio infalible y algunos Jóvenes contra la Hipocresía.
Hay grupos para dar y tomar, y, claro, donde las dan, las toman. Uno se llama Impide que te expulsen de Facebook y otro, (¿?), Déjanos en paz, Facebook.
Todos tienen ese aire de marquesado, de logia secreta, de club de campo. O formas parte de su nómina y te apuntas a la cuchipanda, o te quedas fuera. Puedes solicitar tú mismo la entrada, sobre la que decidirá un administrador. Hay grupos sanotes para celebrar la patria chica, aunque no se entiende por qué se cierran a cal y canto.
Una serie de poltergeist revolucionaba mi teléfono cuando, extrañada, me puse a investigar y me desahogué con BY THE FACE. Algún desalmado, (o desalmada), me había incluido en el grupo Pornogirls, y en otros dos para hacer relaciones.
Es curioso, es chocante, es molesto, no está bien. No ya eso en concreto. Todo en general.
Tengo mi cuenta, es abierta, acepto las solicitudes de buena fe. Tomo mis decisiones, soy muy mayor: no deseo que me reclute nadie.
Sigo mirando y encuentro de todo: páginas en árabe, poesía nómada, enigmas...¿Cómo he llegado ahí?, me pregunto. Es que no vigilas lo suficiente.
¡Basta ya de causas!, ¡basta de cofradías!, ¡basta de cienciologías varias! Quien tenga una inquietud, que la ventile: ¿por qué no monta usted otro partidito político y se presenta a las elecciones?
El caso es que me entretuve borrando y saliendo, de un carajal tras otro, durante horas. Al terminar, reconocí con inmenso alivio a mis verdaderos amigos de Facebook. Tenían un cierto aire de familia, me transmiten confianza, hacen mi vida un poco mejor. Son unos cuantos hombres buenos y buenas mujeres. Lo mejor de cada casa.
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