150 medidas constituyen el pacto de investidura. Se traducen en un total de 170 escaños. Albert Rivera, él solito, se atribuye el mérito, de acordar con los que no acuerdan.
Dejando a un lado a Coalición Canaria, tal aforismo no tiene sentido: porque dos no acuerdan, si uno no quiere. Vaya esto por delante y como elogio a los pactadores. Lo que no se entiende entonces es la denostación constante del candidato. Se le investiría para dejarlo en cueros al minuto siguiente. Su obra maestra sería, al parecer, largarse. So pretexto de regeneración, el PSOE apunta a la derogación de cada una de sus leyes.
Habla Albert Rivera de guerra fría, de sistema decadente. Al mismo tiempo, apela a las bondades de la Transición. Y es que ya le cayó una buena cuando deslegitimó a todos los que nacieron antes de la muerte de Franco. Y a mí que Ciudadanos me parece un partido curativo... No necesita de marchamo moral. Albert Rivera es ambiciosillo, pero también ha sido un valiente. Estos chicos lo están haciendo bien. Mucho mejor que un rácano Pedro Sánchez.
No se descarta, pues, la convocatoria de nuevas elecciones. Lo siento por sus señorías y la brevedad de sus cargos. Muchos repiten, de modo que es un entrar y salir algo movidito. Si hay indemnización, pues mira qué bien.
Lo más increíble de todo tiene que ver con la fecha barajada: 25 de diciembre, fun, fun, fun. Se habla de extravagancia, de disparate, de escaso sentido de la oportunidad. Es que los menos practicantes prefieren vacaciones en el Sudeste Asiático. Pueden votar por correo, o no votar. Desde mi punto de vista todo son ventajas. Si le llaman para presidir la mesa, quizá le caiga en suerte una buena excusa. Le tocaba cocinar y se quita un peso de encima. Si solo iba de invitado, pues le digo lo mismo. Se ahorra el villancico y aguantar al pelma de su cuñado. Hasta podría ser bonito, ir de vocal vestido de Santa Klaus. Y que los vecinos se acerquen al caer la tarde, con las bandejas del turrón y los polvorones.
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