sábado, 21 de noviembre de 2015

PECADO ORIGINAL

Desde la trágica noche vivida en París prolifera un argumento muy viejo. No apuntaré a grupo alguno ni persona individual. Sí diré que aparece a todas horas en una ofensiva mediática, dirigida por la más amoral ignorancia.
Decidir qué es noticia, representa, en sí misma, una cuestión de fondo. La información resulta siempre selectiva y vivimos una guerra de narrativas. Quien convence, vence, pero no siempre acierta. Cuando el relato se hace hegemónico, es muy difícil revertirlo.
Todo lo que sé es que estamos ante un avispero de conflictos interrelacionados. Meter o no la mano en él no cambia su naturaleza. Imaginar los países implicados como sociedades edénicas o adánicas es una solemne tontería; pidámosle responsabilidades a sus élites locales y al resto de sus cuadros de cómo son y cómo se construyen o destruyen.
Se dice que hay víctimas de primera y víctimas de segunda. Quizá las víctimas peor tratadas sean las más cercanas. Se les concede tiempo de televisión y muchas portadas, -aquí-, a la par que cargamos con la culpa de nuestros, -perdóneseme el posesivo-, propios caídos.
Es algo así como un pecado original nunca expiado. Si no es la Conquista, son las colonias y, si no, el petróleo. O nos falla la memoria o nos hemos vuelto definitivamente locos: el secuestro de las niñas en sus aulas y el asesinato de estudiantes en Kenia conmovió los cimientos del mundo entero. Nos preguntábamos entonces por qué no hacíamos nada. Nada se pudo hacer, tratándose con quien se trataba. Ahora que los muertos los pone Francia cambiamos el discurso, y exponemos como peso de la prueba el argumento del déficit.
Si una buena sanidad y el conocimiento nos son característicos, ¿íbamos a escatimar el IVA o engañarnos con frases pacifistas, y permanecer inermes mirando cómo matan a nuestros hijos? Se señala a Europa, que abre el puño y se la acusa de tener dinero para lo que le conviene, ¿vivimos acaso en fantasilandia?
De momento el delirio de un estado islámico ya tiene suelo físico. Necesita un territorio, un lugar en el mapa, asentamiento reagrupador. Gobierna un ejército armado, cobra impuestos, decide quién muere y quién vive. Expresa la firme decisión de extender sus dominios.
Tal vez por aquí los soldados nos parezcan enfermeros o asistentes psicológicos. No olvidemos que están en la carrera militar libre y voluntariamente. En tanto que los estrategas deciden si tienen un enemigo común en este rompecabezas que llaman de trescientos sesenta y cinco grados, las tropas de Anonymous darán la batalla en uno de los frentes.

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