jueves, 17 de septiembre de 2015

ANIMALARIO

No recuerdo quién escribió cuanto más conozco a los hombres más respeto a mi perro. Ya lo dijo Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre.
Se puede ver estos días un curioso anuncio televisivo. Para vender una delicatesen canina te dicen que lo que haces por tu perro, no lo harías por nadie.
Es frecuente asimilar el amor a los animales con la bondad y la bonhomía. Si además quieres ser buen ciudadano, debes limpiar sus excrecencias. Se ofrecen todas las facilidades: campañas, kits, maquinitas expendedoras. No en vano pisar caca de perro trae mala suerte, ¿o era buena?
Hay quien recoge animales abandonados, porque hay quien los abandona. Se fundan partidos animalistas, fieles seguidores de San Francisco de Asís. Al bueno de San Roque un lebrel le lamía las heridas. Si no tienes perro, pues te las lames tú.
Quizá no guste saber que Adolfo Hitler amaba a sus perros. Que odiaba a los judíos lo sabe todo el mundo. A los primeros los acariciaba durante horas, a los segundos prefirió exterminarlos. El era humano, pero era así.
No hace tanto tiempo se discutía si los salvajes tenían alma. Ánima, movido por la vida. Es decir, animal.
Yo, que vivo en un piso, busco orden y confort. Si veo un ciempiés o una araña, me los quito de encima. Grito, ¡un bicho!, porque no debería estar ahí. Quede claro que no es arrogancia. Sólo confieso mi urbanidad. Me es extraño el mundo animal, por muy animado que sea: los cocodrilos se zampan a la gente y una boa puede tragarse un cordero.
Los toros no son un caso único. Se los participa en nuestros ritos más salvajes y nuestras fiestas. Se han tirado cabras desde campanarios y se degüellan pollos por desgarramiento. La ceremonia de Tordesillas, (llamada el toro de la Vega), es crisol y debate fallido entre taurinos y antitaurinos. No me gusta el espectáculo y no voy a ocultarlo, pero algunos lloran por el toro como llorarían en el funeral de su primo. Defienden su dignidad desde una premisa falsa: si un toro de quinientos kilos te da caza, te patea, te voltea y te empitona.
Los mejores argumentos para el antitaurinismo no se encuentran entre los antitaurinos. Si no debemos martirizar al animal es porque somos hombres y no al revés. Eso requiere un esfuerzo, la voluntad de una sociedad evolucionada. No vaya a ser que recojamos las cacas del perro, pero no las de nuestro propio padre.
No me extraña que el discurso de Unión, Progreso y Democracia lo aplaudieran unos pocos. O disfrutas la muerte del toro o, (que Dios me perdone), la del torero. El mismo Papa dice que no debemos someter a tortura a las criaturas de Dios. Es una conducta que no respetarán un león hambriento ni el tiburón blanco.

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