martes, 16 de junio de 2015

POR LA PUERTA DE ATRÁS.



Cuenta Begoña Villacís, candidata por Ciudadanos a la alcaldía de Madrid, que fueron aconsejados, ella y otros concejales, después de la ceremonia de investidura, a salir del consistorio por la puerta de atrás. A pesar de ser la plataforma Ahora Madrid quien se hacía con el gobierno, en las calles las milicias de Podemos gritaban que no queda lugar para ningún opositor.
Es paradógico, y hasta cansino, que informadores de todo el espectro dieran la noticia del traspaso de poderes añadiendo que se había efectuado, finalmente, sin tamayazo. Como si el pasado pudiera replicarse en forma de fotocopia o como si, después de tantos años, nadie tuviera en cuenta las declaraciones de Tamayo y Sáez sobre el bendito Simancas, así como su exculpación después de las investigaciones y la repetición de las elecciones.
Vivimos, pues, una jornada de investimentos, que diría el otro, en la que hemos podido ver un poco de todo: desde la pantalla gigante de la nueva Evita Perón, (que ya sabe justificar un dispendio en fastos), hasta el anticlericalismo de chicha y nabo del nuevo alcalde de las mareas atlánticas, digno representante de un Santiago de Compostela, ¡ay!, rehén de la iglesia católica.
No hace tanto tiempo fue noble tradición conceder cien días a los gobiernos entrantes para calentar motores. Esa gentileza se acabó en el frenesí de una época en la que se despedaza a la gente demasiado pronto. Se puede hacer de muchas formas, distorsionando biografías, con juicios de intenciones. e incluso verdades. Hay, con las nuevas tecnologías, un cuarto método: caer en el dudoso vicio de tuitear más de la cuenta.
La abogada Villacís vivió el sábado 13 un mal trago con el que no contaba. Pero los que la humillaron no contaban, en la furia de la victoria, con el episodio que inmediatamente sobrevendría.
Un tal Zapata, barbudo como mandan los cánones, era el elegido para estar al frente de la Concejalía de Cultura. Acostumbrado a la Komuna, (con k), y a la anarkía, (también con k), tan acotada en el Patio Maravillas, entre cerveza y cerveza a precio libre se había comprometido por escrito.
El tuiter, (y también el Facebook), suelen convertirse en una réplica del viejo rito de la lapidación. Zapata lanzaba sus pedradas sabiendo muy bien a quién apuntaba.
Irene Villa o Marta del Castillo representan lo que él más odia. Con la primera debió acabar ETA del todo para que no diera más la lata, y el padre de la segunda reclamaba la cadena perpetua revisable.
Pedir perdón no sirve de nada. Ni Zapata ha cambiado ni los que le acompañan. Sus comentarios no son salidas de tono aisladas, sino su verdadero corpus ideológico. Sólo cabe preguntarse cómo se ha dejado arrastrar Manuela Carmena por una generación tan prometedora. Desde el primero hasta el último nos esforzamos por salvar la dignidad de la exjueza. Ana Pastor la sometió a su tercer grado hace apenas unos días. Ahora cargan también contra la periodista los de la regeneración que quizá algún día aspiren a un cargo público.
Por lo visto los tuits de la discordia respondían a un momento de gran indignación. Como se ve, entre la abuela y una cohorte de nietos hay una gran sintonía doctrinal. Harta de la Pastor, la nueva alcaldesa tiene pendiente su listado de menesterosos. Zapata se queda con su acta porque la puerta de atrás es para el resto.

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