lunes, 1 de junio de 2015

HOMBRE RICO, HOMBRE POBRE.


No sé en qué momento empezó a fraguarse el lenguaje en curso. Un cierto aire dickensiano sazona la narrativa con claros tintes victorhuguianos. La redentora de Los Miserables se enseñorea con un carísimo ordenador portátil, pero su trayectoria en nada se parece a la del coloso Jean ValJean.
Es la nueva alcaldesa que gestiona in pectore. No ha sido aún investida, aunque eso, al parecer, es lo de menos. Tiene al pueblo fascinado con la palabra cambio. Sólo hay un campo semántico: transparencia, banca ética, regeneración.
Quizá por aburrimiento y, ¡cómo no!, por abuso, cuando se habla del estado del bienestar se nota poca convicción o ninguna. Pasó de moda todo ese rollo de la sanidad y la educación. Ahora lo que se lleva es el contigo pan y cebolla.
Se ha rebajado el contenido político hasta donde han querido los más saciados. La verdadera marea es una anemia intelectual compartida. Un plato de sopa caliente y el braserito es todo lo que se nos ofrece. Y podremos servirnos los tomates de la autogestión al estilo self-service. 
Lo curioso del caso, (o no), es que esta racanería se ha parido en las facultades. Eso nos obliga a preguntarnos para qué demonios estudia la gente. Sea como fuere ya no tiene remedio. Encomendarse a San Vicente de Paul me parece completamente inútil.
Recorte, déficit, deuda y desempleo seguirán vigentes hasta las elecciones generales. Si hay cambio de gobierno, entonces juzgaremos a la oposición. A partir de ese momento el que discrepe, crispa a perdigonadas. Ya lo hemos visto antes, pero los bolsillos estaban llenos. 
Dile al hombre pobre que el dinero no vale nada y te lo dará todo. Se trata casi siempre de paternalismo de clase aplicado a una realidad difusa. Si no me creen, revisen algunas curiosas biografías. El barullo puede ser monumental, pero es más demócrata el que más consiente.
Con el cuento de dar de comer diluimos hasta el secesionismo. Lo que no consiguió la inteligencia lo han podido los que pueden. Curiosamente el pancatalanismo avanza desde Valencia. Toda una buena nueva que celebrar haciendo chin, chin.
Dos tumores, (¡señor, qué insistencia!), carcomen el cuerpo de España. Por un lado el PP y los ricos por el otro. ¿Para qué nos vamos a engañar, si son la misma cosa? Si los extirpamos, a ellos y a sus descendientes, tocaremos el paraíso con las manos.
Al Pocero, sin ir más lejos, podríamos expropiarle un secarral. Con una verja electrificada será más que suficiente. Este país, como les gusta decir a casi todos, quedará listo para sentencia. ¿El mañana?, y eso, ¿qué coño es?
Yo sueño con ese amorfismo social todas las noches. Las Anabelenes y los victormanueles mirarán la Puerta de Alcalá sin dar crédito. ¿Cómo hemos podido estar tan ciegos? ¡Mecachis! Antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos.

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