domingo, 28 de junio de 2015

DIOS BENDIGA AMÉRICA



Hace apenas unos días, con un gesto sin precedentes, el presidente Barack Obama puso a una activista de patitas en la calle. No importaba su reivindicación, ni lo urgente que ésta fuera. Él era el anfitrión y la hizo desalojar por interrumpirlo con una mala educación intolerable. Estaban en su casa, White House, y así lo dijo. Ni el contribuyente norteamericano ni nuestra agiprop local le han dado al incidente demasiadas vueltas.
No voy a preguntarme qué habríamos dicho si el presidente fuera otro. Me basta con afirmar que lo considero una dignificación de la vida política. Parece que Obama está cansado y sabe hasta dónde está dispuesto a llegar. Not, not, not, afirmaba. Rotundamente not.
A este lado del Atlántico un extraño aire revolucionario se apodera de nuestro país. Algunos de los nuevos gobernantes conforman una peculiar endogamia. Se diría que acaban de bajar del monte todos juntos y dan la impresión de haber convivido durante demasiado tiempo. La democracia empezó en la Puerta del Sol y nos espera un futuro luminoso.
Podemos reconocerlos en la conferencia que reventaron en la Complutense. Rosa Díez defendía por aquel entonces un cambio en toda regla. Recentralización de la educación o supresión de privilegios fiscales la hicieron merecedora de un escarnio. Allí estaban un buen puñado, desde Íñigo Errejón hasta Pablo Manuel Iglesias.
Se habló de dos derechos enfrentados, el de la conferenciante y el de los que se manifestaban. Las personas que querían escuchar, ni contaban ni tuvieron derecho alguno. No dejo de preguntarme por qué desertaron de su autoridad el rector y el decano. Los estudiantes prefirieron ladrar que aguardar el turno de ruegos y preguntas.
El abucheo es una forma de defensa, un parapeto que protege el prejuicio. Si te haces humano y te acercas, el odio desaparece.
¿Para qué entrar en debate, si es más fácil gritar fascista? Aquellos veinteañeros, y otros que se les parecen, hoy se dedican a descabalgar cuadros y a humillar sueldos. Es el poder como patrimonio, con la excusa de darle gusto al pueblo. Nunca se había visto una solidaridad interterritorial tan fluida y, sobre todo, tan bien urdida.
Para inteligencia, (y bravo por ella), la de Irene Villa: el problema no lo tiene la víctima, lo tiene su humillador. Más claro no se lo puede decir al juez Pedraz. Tampoco se lo puede poner más fácil. Según Ada Colau, sin aquel ardor no habríamos llegado tan alto.
Queda ver qué pasa con la carrera de Rita Maestre. ¡Pero si hay capilla hasta en los hospitales! ¡Qué manía tienen con lo público y lo privado! No es bueno negarle Dios a nadie, y menos a cambio de nada. 
 
 

2 comentarios:

  1. Lo que más me gusta de tus artículos es husmear en ellos y encontrar palabras ocultas que vienen a ser pequeños tesoros literarios. Gracias por escribir Fátima.

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