viernes, 15 de mayo de 2015

DESDE RUSIA, CON AMOR.

Decidí que saldría de España el día que el President de la Generalitat había escogido para La Consulta. En el extranjero podría mantener a raya las tentaciones y me ahorraría, de paso, algún que otro disgusto. Eran las diez y media de la mañana cuando entraba en suelo portugués. Me sentía desertor afortunado a la par que un bendecido hijo adoptivo.
La noche anterior fui testigo de la enajenación que ofuscaba a una conocida activista: según ella, las portadas de un periódico enemigo disparaban el independentismo como una reacción en cadena. Hablaba de Cataluña como de una propiedad muy privada, e ignoraba, (incapaz de no hacerlo), que el director del diario es tan catalán como ella.
Yo no acababa de entender si denunciaba un hecho lamentable o si, en realidad, le estaba profundamente agradecida. Al parecer los defensores del statu quo se pasaban a última hora al rupturismo porque el más alto tribunal los violentaba dándoles la razón.
Iba pensando en todo esto y me detengo en un semáforo en rojo. Diluvia en el país vecino y de pronto lo veo todo claro. En un cartel electoral puedo leer Por uma política patriótica i de esquerdas, un slogan impensable para la izquierda española. Al fin y al cabo el gobierno del Generalísimo se acabó con su último suspiro. En Portugal se fraguó una revuelta, pero la hicieron con claveles. España se me antoja entonces una casa encantada, un polvorín, la fiesta del chivo, una fantasmagoría. Hemos convertido el todo por la patria en el dudoso desenfado del todo contra ella
El resultado no es otro que una auténtica carnicería generacional, entre los hacedores del confort y los hijos malcriados de sus hijos. En el medio arbitran muy mal los padres, aficionados al cóctel irreversible de la vergüenza histórica. El lenguaje es confuso, pero a la vez resulta muy revelador. Hay que hacer una segunda transición, la solución está en el federalismo asimétrico, se apela a un difuso cambio de sistema o se invoca un amorfismo político encarnado en el derecho a decidir.
Las políticas de la mala conciencia iban alimentando una criatura. Se ha hecho bestia negra y ahora lo invalida absolutamente todo. Nunca habríamos llegado a esto con una gauche divine menos reaccionaria. En el sindicato de estudiantes sólo se habla de Francisco Franco.
Me pregunto qué le hemos hecho a la pobre Pilar Rahola. Cuando Cataluña sea independiente convertirá en estatua de sal a todo el que la refute. Su amenaza era cómica, y estremecedora al mismo tiempo: que sobre las cabezas de los disidentes descarguen sus vergüenzas las palomas.

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