miércoles, 20 de mayo de 2015

GIGANTES Y CABEZUDOS



Somos un inmenso erial de tierra batida, un gran recinto ferial que se extiende de Norte a Sur y de Este a Oeste. Garitos y atracciones se levantan en honor de la patrona, que será sacada a hombros el domingo, después de la misa de doce.
Una salve de cohetes y bombas se oye allá arriba. Los petardos estallan a ras del suelo ahuyentando una bandada de palomas. ¡Mira!, ¡está el mismísimo alcalde!, ¡pasen, damas y caballeros!, ¡pasen y vean!
La banda de música avanza solemne en pasacalles. Huele a algodón de azúcar y a manzana caramelizada. Todo se vende en voz muy alta: ¡churros calientes!, ¡garrapiñadas!, ¡al rico cacahué!
En la gran tómbola se reparte mejor o peor suerte. Hay un monstruo de dos cabezas y una mujer barbuda. Te leerán el futuro en las líneas de la mano y un ilusionista te aturdirá con sus trucos visuales.
Puedes poner a prueba tu puntería. Si das en el blanco, te llevas tu trofeo. No es caza mayor, tampoco menor. Ni siquiera es tiro al plato.
Hay trenes con brujas y escobas, y una noria que gira y gira. Si te pierdes en el laberinto de los espejos te engañará tu imagen multiplicada. Chocan los autos locos, aúlla la sirena del carrusel. 
No faltan las peleas entre bandas. Siempre se pierde algo y puedes encontrar cualquier cosa. Ves gente que pasea en grupo y un borracho que habla solo. Las parejas caminan de la mano. 
A unos cuantos les roban la cartera, a otros quizá algo aún más valioso. Se silban matasuegras, se hacen fotos. A un niño se le ha escapado un globo.
Por la tarde salen los gigantes y los cabezudos, a toque de dulzaina y tamboril. Apenas giran sus arboladuras el rey y la reina, pero los enanos te perseguirán hasta acorralarte. 
Quizá proyecten una película de cine al aire libre, la chavalería se sentará en cajas o en muretes. Tienen permiso para quedarse hasta tarde. Se inician en el primer pitillo  y también en el primer beso.
A media noche se iluminarán los cielos: abrirán fuentes y estrellas los fuegos artificiales. Con el avance de las horas se pierde hasta la vergüenza y tendrán que intervenir los agentes del orden.
La gente se recoge ya de madrugada, sobre un espeso mar de tickets y confeti. Un pobre chucho se ufana en buscarse las pulgas y un hombre dormirá sobre un banco del parque. 
Al rayar el alba llegará el camión de la limpieza.  Las brigadas chorrearán los orines y el vómito. No corren malos tiempos, aunque podrían ser tiempos mejores, ¡pasen, damas y caballeros!, ¡pasen y vean!



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