lunes, 23 de noviembre de 2020

DOS HOMBRES Y UN DESTINO

Afirma Arnaldo Otegi que estarían dispuestos a contribuir a la "democratización" del país, en el sentido de "si eso fuera posible", dando por hecho que España no es una democracia ni lo será. Ellos (un ellos inespecífico) saben muy bien hasta dónde llegaron, pero la lucha armada y la extorsión (aviso a navegantes) ha sido en vano. Se dirige a un público entregado ya de entrada. Están sentados en filas, en escuadrones de a tres. Todos entienden (a no ser que padezcan sordera) que, en el estado español, su sueño no se consigue ni matando a diestra y siniestra. 
Solo hay, según él, una salida. Y entonces habla para vascos, catalanes y gallegos. Esa salida no es otra que una España "rota", y subraya "rota" textualmente. También la quiere "roja", además de "laica" y "republicana". ETA siempre se declaró independentista, abertzale, socialista y revolucionaria, aunque tuviera un pie (¡ay, el párroco de Lemoa!) en el seminario.
Se ve que Otegi resucita la vieja Galeuscat: para don Arnaldo solo existen las tres comunidades mal llamadas "históricas". Siendo así, Galicia (con el PP y a pesar de Núñez Feijóo) es un juanete que le ha salido en el pie izquierdo: el votante no acaba de entregarse masivamente al nacionalismo por estos lares.
Solo una mirada superficial dejaría en calma el resto del país. Otegi y sus simpatizantes tienen problemas con el mapa y las fronteras. En su fuero más interno desea una absorción de Navarra, como la Cataluña secesionista (paradojas) se anexionaría Valencia y Baleares bajo el epígrafe de países catalanes. Clama, pues, por un statu quo nuevo que no se materializa en el esquema actual. Identifica democracia con izquierda y apunta al laicismo en una España aconfesional. Lo cierto es que Cayetana Álvarez de Toledo da en el clavo en sus CATilinarias: a Otegi no le sirve ni le serviría ninguna España.
Con algo más de énfasis que este desganado ex-convicto, se dirigió Joan Baldoví, de Compromís, a los diputados del Congreso. Diré, para aquellos que se dejan llevar por los efluvios de la efebocracia, que ambos tienen 62 años. El diario Público.es ha calificado su discurso sobre la lengua de "emotivo", "honesto", "emocional". Naturalmente arrincona a los límites del averno facha a todo el que no comparte una imposición autoritaria, atribuyéndoles falsas intenciones franquistas, para variar. 
El detonante, cómo no, ha sido la aprobación de la llamada "Ley Celaá". La inmersión ya es un hecho hace tiempo, pero ahora se omite que el español sea "lengua vehicular". Eso significa que la ley ya no te ampara: o lo tomas o lo dejas. Libre albedrío para los caciques locales, en un reino cada vez más de Taifas.
Hace unas semanas, en la televisión de Galicia, un periodista se excusaba al finalizar el programa que presentaba. Juan Carlos Quer y dos abogados venidos de Madrid habían debatido sobre la prisión permanente revisable e intervinieron, claro está, en español. Eso provocaba una fractura, rompía el principio que rige la utilización de La Lengua sagrada. Aquí el gallego es lengua vehicular en la televisión, las emisoras de radio, los certámenes literarios...Puede que más de uno habría preferido usar un pinganillo: Quer y los otros serían traducidos simultáneamente, haciendo inútil la lengua común. Cabe preguntarse qué concepción tienen del tránsito de personas y del país en el que viven. Cabe preguntarse lo que cabe preguntarse.
Baldoví incurre en tres falacias, entre tanta poesía. La primera consiste en no abrazar el bilingüismo llamado "armónico" en toda su complejidad y la realidad social de la lengua española. La segunda: dar por sentado que todo aquel que haya sido amamantado en Valenciano, acaba siendo, de modo natural e inevitable, nacionalista. Por eso le pregunta a la oposición si acaso la lengua que les enseñó su madre es superior a la suya. También pregunta (él sabrá) si el español es una lengua más española que el valenciano. Le encanta (y le resulta imprescindible) a este diputado una buena dosis de victimismo. La inmersión lingüística convive con un nacionalismo cultural que ha colonizado hasta la Galicia del PP. El nacionalismo prefiere hablar como si sucediera exactamente al revés. La tercera falacia no podía faltar en su discurso: sólo ellos tienen lengua "propia", porque el español no es lengua propia de nadie.
Tenemos, en definitiva, dos hombres que nos marcan un destino. Su oferta es un nacionalismo reaccionario, por un lado, y un nacionalismo criminal, por el otro. Solo nos salvaría la fuerza moral de partidos inspirados por un deseo de libertad, con mayúsculas. De momento, el PSOE nos ha expropiado, al tiempo que nos llama expropiadores. 
 

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