lunes, 22 de enero de 2018

LADY OPHELIA

 Después de 500 días de rastreo desesperado, (¡bien por la Guardia Civil!), el cuerpo de Diana Quer apareció en el fondo de un pozo, justo donde había indicado su asesino. En nada se parece el hallazgo a la Ophelia de Millais, cuyos cabellos flotaban sobre las aguas, con un petirrojo como vigía, las flores todavía no desprendidas de su mano lábil.
El criminal (confeso) no es un hombre rico, ni ostenta poder alguno. Solo lo llamaremos íncubo, si lo observamos después de los hechos. No encontramos ninguna "marca", ni "señal" que nos prevenga, (a excepción de una dentadura prominente), que nos advierta de que estamos ante "el mal" en estado puro. A simple vista, incluso podría resultar un vecino de aspecto tranquilizador. Se parece mucho a un miembro de Jueces por la Democracia al que no mencionaré por respeto. Practicaba jogging y se hacía fotografías con su propia familia. Ni azufre ni rastro de los tres seises.
Poco o nada nos ayudan la psiquiatría y sus especialistas. Poco, más allá de ciertos etiquetados desalentadores de corte psicológico-moral. Se nos dice que el íncubo es consciente de lo que hace en todo momento. No escucha "voces" en su cabeza ni padece otros desórdenes mentales.
Nos topamos, pues, con las verdades más incómodas sobre ciertas naturalezas humanas. Son hechos que nos ponen contra las cuerdas, a todos. Tenemos que vivir, (y educar), entre la libertad y la más elemental prudencia, sin que el terror atenace cada paso que damos.
Así y todo, el íncubo va siempre dos pasos por delante. Acecha y elige a su próxima víctima. Es entonces cuando se nos plantea el gran dilema: qué debemos hacer, si le damos caza.
Antes de seguir, haré un breve repaso: desde Sandra Palo, hasta Marta del Castillo. No hemos olvidado a las tres muchachas de Alcaser ni a la hijita de Cortés. A la pequeña Naiara, (¡pensadlo bien!), la mató Iván Pardo en un infernal ensañamiento que se prolongó durante siete horas. En Pontevedra, D.O. acabó con la vida de sus dos hijos. Uno tenía apenas 4 años y el otro 9. Los mató con una sierra eléctrica. Esta, y no otra, es la realidad a la que nos enfrentamos.
Hemos conocido iniciativas populares mucho antes de la aprobación de la Ley de Seguridad Ciudadana y su Prisión Permanente Revisable. Ahora, el ciudadano Quer se suma a una desdichada cofradía de progenitores "que mueren en vida". Los lotes de firmas, (también sobre la Ley del Menor) descansaban en el depósito del Parlamento, tal y como reposan las víctimas que las alentaron.
No me entretendré en examinar "el espíritu de la ley". Doctores, (que diseccionan actos horrendos), ha de tener la iglesia. Medidas semejantes están vigentes en muchos países, tales como Austria, Alemania, Reino Unido,  Francia, Dinamarca, Suiza, Italia. Viene avalada la ley por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, (¡derechos, nada menos!). También por el Estatuto de la Corte Penal Internacional. ¿Qué sucede en España, que toda la oposición pretende derogarla, a iniciativa del Partido Nacionalista Vasco?
Partido Popular y Unión del Pueblo Navarro están "solos" en esto. No parece muy riguroso expresarlo así. La opinión de la calle no se solapa con las posturas de los partidos políticos. Parece que "lo de ser progre" no procede, cuando vienen muy mal dadas.
No sé cuánto es mucho o poco tiempo para un hombre encarcelado. La vida humana es finita, incluida la del homicida. Las políticas de reinserción en las que tanto cree Pablo Iglesias, (que las contrapone a las de venganza), están inspiradas en el humanismo cristiano: el hombre caído de ayer puede convertirse en el hombre nuevo de mañana. En virtud de talleres, terapias y reducción de penas, salen presos todos los días. La medida de la que hablamos está reservada para casos de extrema gravedad. Incluso así, hay un momento para "la revisión". La oposición nos debe una explicación a todos los españoles, más allá de la más burda demagogia.
Sobre la delincuencia sexual, los estudios y estadísticas son demoledores. No se observa recuperación y sí reincidencia. La sociedad que abre la puerta de una penitenciaría al íncubo y lo deja salir a las calles, está poniendo en riesgo de muerte a todas sus víctimas, futuras y potenciales.
Un "antipeperismo automático" es todo lo que se nos ofrece, incluso en alguna cadena de televisión. La oposición padece una enfermedad autoinmune. Juraría que estamos ante el mismo resorte patológico de siempre: el reo no es más que un pobre hombre y los sucesores de Franco le reservan una mazmorra.  

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