miércoles, 3 de enero de 2018

LA TRADICIÓN TRIPLICADA

Sé muy bien que las modas se van como llegaron; que la sociedad es un torbellino en constante transmutación.  Pero una cosa es acortar las faldas o alargar las corbatas y otra muy distinta arrancar dientes de leche de raíz.
En los Estados Unidos celebran el Día de Acción de Gracias. La noche de Halloween preguntan, ¿truco o trato? Por la chimenea se descuelga Santa Klaus, siempre vestido de rojo. A los tres reyes magos por allí no se les ha perdido nada.
Conocí el mundo que hervía las jeringuillas, antes de pinchar al paciente. En España se ofrecía Quinito a las visitas y se jugaba al futbolín. Intercambiábamos canicas, cromos, chapas. Podías renovar un lote de novelas de Silver Kane por una peseta. En la radio hacía furor Elena Francis. A los barrios llegaban los traperos y los afiladores. Nos moríamos por ver El Virginiano y Bonanza. ¡Bonanza!, es la primera vez que caigo en el sentido de la palabra.
El día más grande para un niño era el 6 de enero. El grado de excitación llegaba al límite de lo soportable. Sus majestades los tres reyes iban a llegar de oriente. La vida era magia. Se hablaba del oro, del incienso, de la mirra. Al sobre de la carta se le ponía el sello. Había que buscar el buzón más cercano. Las estafetas del correo se colapsaban.
Fue en los 90 cuando Papá Noêl empezó a dejarse caer por estas tierras. No recuerdo cómo empezó ni por qué sucedió. Los nuevos padres reescribieron su infancia en las de sus propios hijos. Fue una claudicación en toda regla. Se ponían excusas, se daban explicaciones: es que los niños tendrían más tiempo para jugar. Además, el nacionalismo vasco sucumbía al afán diferenciador, implantando "el Olentzero" con una generación de por medio. Los mismos que habían deslizado los regalos con el sigilo de la madrugada, el día 6, niegan hoy a los tres Reyes Magos. Aquí, te dicen, (y es un "aquí" muy marcado), de eso, (y es un "eso" muy rotundo), no hay. En Galicia ya se destinan fondos públicos para fomentar la figura del "apalpador", (o apalpadora, con perspectiva "de género"). Mi abuela, que nació en el año 1912, jamás me habló de él.
Pasa lo mismo el día de Todos los Santos. Honramos a nuestros muertos, animando un poco los cementerios. Además celebramos Halloween, vaya usted a saber por qué. En Galicia añadimos el Samaín y su "genuina cabaza".
El problema que le veo es la tradición triplicada. Tiene que ver con lo que yo llamo el síndrome agudo español. Consiste en una pérdida de identidad por la negación de "todo lo anterior". No sabemos dónde vamos porque no sabemos quiénes somos.  Nos empachamos con el falso cuento de que tenemos hambre. En Madrid, detrás de Melchor, desfilaba Bob Esponja. El resultado es un desconcierto disolvente. Además, a muchas familias se les ha triplicado el gasto.
Comprendo mejor que nunca el empeño de mi madre. Ella no se doblegó. Militaba en una especie de resistencia de la melancolía. A esta casa, decía, vienen los Reyes Magos.

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