domingo, 26 de febrero de 2017

MIRAR ATRÁS

Se dice que no hay que mirar atrás ni para tomar impulso, que tienes que seguir adelante, ¡siempre adelante! Quizá encuentres una última sonrisa, si miras, una mano que se tiende, alguien que se vuelve a mirarte a ti.
Hay que volver atrás muy a menudo: se nos olvidaron las llaves, perdimos al niño, empieza a llover. Mira atrás el verdugo en su celda, la víctima, que no olvida, el juez, que duda. El jurado revisa las pruebas mirando atrás: el caso no está del todo claro.  En algún momento el reo hasta parece humano, mientras su víctima enseña las garras.
Mira atrás el amenazado, el merodeador, el que va a hacer pis contra un muro. Mirar atrás es inevitable y hasta conveniente. Además, sirve de gimnasia para el cuello. No vaya a ser que, de tanto mirar hacia adelante, se nos olvide a todos y cada uno de nosotros. Tenemos un trasero y con él una obligación: mirar atrás cuando usemos el inodoro.
Si oímos nuestro nombre, miremos atrás. Te arriesgas, es cierto. Puede ser otra emboscada, no te lo discuto: tú decides.
Todo lo que queda atrás quema como brasa ardiente. Ni el más hábil chamán resistiría su fuerza hipnótica, su temible poder. Mira atrás cuando camines, mira cuando bailes, cuando te despidas en un andén. Si no miras, ¿cómo sabes que te están mirando? Atrás queda todo lo que no está delante. Es casi la mitad de ti, si no tres cuartas partes.Y no me digas que es poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario