viernes, 31 de julio de 2015

HACIENDO AMIGOS.


 



Esta autopista inmensa por la que circulamos, literalmente llamada libro de caras, no es tan distinta del mundo físico con sus colisiones, aunque alguna peculiaridad aporta.
Todas las actitudes humanas conocidas se vierten en su espacio algorítmico. Se lo ha definido como escaparate exhibicionista, hoguera de vanidades y el único mundo ya perceptible. Ofrece posibilidades hasta ayer inimaginables  y, al mismo tiempo, te las niega todas. En Facebook hay que ser un adaptado, aunque muchos de sus gritos parezcan de rebeldía. Se practica el voyeurismo como un vicio secreto. Se juzga, se prejuzga, se vuelve a juzgar. Hay páginas abiertas y páginas cerradas, con la discreción ilusoria del círculo más íntimo.
Siempre aparece un espontáneo, que se va tal como llegó. No falta quien desea ser tu amigo, ni aquel que ha preferido dejar de serlo.
Caras y nombres, nombres y caras, ¿quién es quién? Se leen frases bellas, juicios de intenciones, frases hechas. En Facebook se compra y se vende.
A fuerza de redactar normas, Facebook no observa norma alguna: los mismos que erigen una página al odio piden respeto para un alga, siempre que se trate de un alga autóctona. En Facebook se percibe la constancia en el trabajo, se valora la reciprocidad, se revelan los accesos maníacos. Se premian las imágenes por encima de la palabra y se alzan con toda la rotundidad los triunfadores.
No son todos los que están, tampoco están todos los que son. Es un mundo a veces gris, a veces luminoso, que acaba languideciendo en pura y lúgubre mecánica.
Cómo distinguir la adulación de la sinceridad, la humilde opinión de la mala leche. Los hay que disfrutan entre sus iguales ideológicos y los hay con el arrojo para decir simplemente lo que piensan.
En Facebook se denuncia a los villanos, se aplaude a los héroes, se expían las culpas. En Facebook se abren suscripciones, se ahuyenta el miedo y hasta se exhibe palmito.
Facebook acerca a las personas, de un modo milagroso en un océano de objetos perdidos. Facebook sabe hacer el vacío si se lo propone, detecta lo superfluo, ignora lo más valioso.
No siempre los perfiles falsos esconden las peores intenciones. Muchos podrían prescindir de una de sus dos caras, en el caso de que  tuvieran más de una. En Facebook se canta mucho al amor, pero también se invoca la guerra. Hay páginas que destilan paz y buen rollo, como una capillita abandonada en pleno bosque. La gramática y el argot conviven estupendamente, siempre y cuando no se nos vaya la mano. Por primera vez lanzo mi particular campaña: ¡acabemos de una vez con la arroba!
En Facebook se cuentan los me gusta, se codician, se comparan. Se niegan para restar, se boicotean, se les da esquinazo.
Facebook es un monumento a la libertad, tanto como lo es a la peor de las manipulaciones. Se llama criminal al hombre honrado y honrado al criminal, ¿cuales son las fuentes?, ¿quién está seguro ya de nada?
Facebook puede ser archivo sonoro, memoria ilustrada, depósito legal. No hay nada que no encuentres y se pierde todo, o casi todo. Acaba con tus cervicales y te puedes dejar los ojos. Facebook echa el cierre de vez en cuando, y no todos vuelven. Que no sea por defunción, ¡eso nunca! De ser así, se reza y se vela.
Una correcta profilaxis, en caso de síndrome, nos recomienda una cura de reposo. Desde el hospital o la playa todo lo que necesitas es un teléfono con señal wifi.
 
 

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